No se trata de un esquema posicional. Es algo sentimental. A tomar nota los técnicos, porque esta receta nunca falla. Pues bien: sostengo que el afecto entre los integrantes de un equipo lo torna invencible.
Por eso no debemos burlarnos de aquellos que hablan del "grupo humano". Algo de razón tienen.
Este juego no es una escuela de vida, ni una filosofía, ni una cosmovisión como pretenden hoy en día los deportistas presuntuosos. Pero el solo hecho de aprender a luchar por un fin común y dar la cara por un compañero basta para recomendar su práctica.
El delantero llega al fondo de la cancha. Se dispone a lanzar el centro. Yo estoy en el medio del área. Muy marcado. El delantero no centrea. Elude a su marcador y se viene hacia el área. Uno de los que me marcaba lo va a buscar. En ese momento me la toca. La pelota viene rasante, firme. Yo presiento algo detrás mío. Amago apatear pero abro las piernas y la dejo pasar. A mis espaldas entra, imparable, un compañero. Le pega un derechazo terrible. Gol. Cuando vuelve me guiña el ojo. Al pasar me toca apenas. Casi sin mirarlo le digo "bien, che".
He pensado en él. He confiado en él. Somos amigos. Soy feliz. Gracias por el dato.
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